Palabras auténticas.

Dicen que decía Juan XXIII que los buenos modales, un poquito de «por favor» era la forma más elemental y necesaria de caridad porque si no nos tenemos respeto … ¡Qué difícil se hace la comunicación! Y en eso de la cortesía a veces fallamos hasta los más elegantes: hasta Cristo falla. Vayamos a un verso clave del evangelio de este domingo de Cuaresma: Jn 4,7. La traducción de todas las versiones (da igual cuál, ya sea griega, siriaca o latina, TODAS son unánimes) demuestran una absoluta falta de urbanidad; no hay fórmula de cortesía por ningún lado en una frase que está en imperativo.

Traduzco, por ejemplo, desde la versión siriaca Peshitto estándar, las palabras de Jesús:

Dame agua. Beberé.

Un poquito brusco, ¿cierto? Y eso que no estaba en condiciones de exigir mucho porque estaba Él cansado, a la misma hora del día, crítica y calurosa, en la que luego, algún tiempo después, acaecerá su muerte. No es el que evangelista sea adivino: es que el relato de este domingo es una alegoría pascual.

De todas formas, la rudeza en el hablar de Jesús demuestra, precisamente porque no le deja en buen lugar, que quizás estemos ante una frase muy cercana al discurso original que en algún momento salió tal cual de los labios de tan insigne personaje. Así trabajan los críticos hagiográficos: cuando algo NO deja en buen lugar al héroe que se quiere idealizar, es posible que tal hecho o dicho sea muy cercano a la realidad histórica más prosaica. Dicho de otra forma: cuando algo no se resiste a la autocrítica del evangelista y se le cuela un detalle un poco altisonante sobre los apóstoles (o sobre el propio Jesucristo, en este caso), entonces es que el testimonio es tan inexorable que no se puede disimular, que ha entrado indeleblemente en el recuerdo de quienes estuvieron presentes (quizás, incluso, no necesariamente en el mismo contexto del relato canónico).

O sea que, probablemente, aquí, dentro de un relato que parece alegórico hemos encontrado una joyita: unas ipsisima verba. Transcribo a continuación la frase siriaca para que nos sirva de jaculatoria, soñando que se parezca mucho al posible original en otra lengua semítica hermana, el habla de Cristo:

«Jeb ly maiá. Eshte.«

Así haremos de buena samaritana.

Un comentario en “Palabras auténticas.

  1. Puede ser también que la ausencia de fórmula de cortesía se deba a que el evangelista no considera decoroso que el mismísimo Señor de todo lo creado pidiera las cosas «por favor» cuando estaba entre nosotros: el evangelio ve todo desde un prisma post-pascual.

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